José López Ramiro nace en Guadalajara el 9 de enero de 1911, hijo de Leandro López Ramiro – natural de Madrid e interventor en el Ayuntamiento de esta capital- y la alcarreña Carmen Ramiro Fernández. Es el menor de tres hermanos, con domicilio familiar en el número 5 de la plaza de Oñate – a espaldas del palacio del Infantado y junto a la Escuela Normal de Maestros-. Es aquí donde podrá en funcionamiento su laboratorio fotográfico entre 1930 y 1935, año en que consta como fotógrafo en el Empadronamiento Municipal y después de trabajar como mecánico en la factoría de “La Hispano”, en la sección dedicada a la fabricación, montaje y reparación de aviones. De estos talleres y los aeromodelos allí construidos realizó entonces varias instantáneas.
Partiendo de su modesto laboratorio de la plaza de Oñate, inició una carrera que se dilató hasta la década de los setenta, más como fotógrafo instalado a pie de calle que como retratista de estudio. Como fue común a esta generación de fotógrafos, aprendió el oficio y las técnicas asociadas a su nueva profesión a partir de la propia experiencia, de subsanar errores cometidos, de experimentar con distintos modelos de máquinas y películas, y de confiar en la posibilidad de concebir una buena instantánea a partir de su facilidad para conseguir un perfecto encuadre.
La elección de desarrollar su labor bajo la luz natural –evitando en lo posible los trabajos de interior y la iluminación artificial-, va a conferir a la obra de José López una dimensión unitaria que prevalece en todas sus fotografías, retratos y reportajes.
Los años de su primera etapa, son de incansable actividad en los que José López va registrando, imagen a imagen, la historia cotidiana de la ciudad y los acontecimientos más importantes, así como la de algunos pueblos circundantes – Chiloeches, Marchamalo, Alhóndiga, Lupiana, etc.-; además, el trabajo se amplia con el servicio que presta su laboratorio para el revelado de carretes fotográficos de particulares y aficionados; e incluso, colaborando con Tomás Camarillo en el tratamiento y positivado de sus placas.
Durante los años de la guerra civil, José López sigue trabajando como fotógrafo. Finalizada la contienda y en la posguerra, incrementa aún más su actividad, ahora acudiendo periódicamente a los pueblos de la provincia para realizar las necesarias fotos de las nuevas cédulas de identidad. Su objetivo durante los años cuarenta será el testigo de las manifestaciones públicas organizadas por el Movimiento Nacional: los actos de beneficencia, la entrega de condecoraciones, los homenajes del Frente de Juventudes, las tablas gimnásticas en la plaza de toros o los desfiles de alumnos de la Academia de Infantería. Y, en la década de los cincuenta, de la renovación urbana de la ciudad sobre todo en el paseo Fernández Iparraguirre, donde se construyeron las sedes del Gobierno Civil, la Audiencia Provincial y el Instituto Provincial de Higiene.
La recuperación económica del país tendrá también su eco en Guadalajara y este resurgir afecta igualmente a la actividad de la fotografía profesional, así la década de los cincuenta es una etapa áurea que cristalizó en 1956 con la fundación de la Agrupación Fotográfica. José López continuará su labor profesional retratando a sus convecinos, realizando reportajes de eventos o fotografiando la trasmutación de su ciudad. En 1975 llega su jubilación con el anhelo de que algún día sus hijos mantengan la firma comercial y sigan el camino trazado. Este acontecimiento se producirá en 1985 cuando su hijo José López Cortés abrió un estudio de vídeo y fotografía en Guadalajara y su hijo Ricardo hiciera lo propio en Barcelona.
El 15 de noviembre de 1982 José López Ramiro falleció en Guadalajara.