Pero junto al auge de la fotografía de gabinete, se va a desarrollar un nuevo género documentalista que, ligado a los movimientos costumbristas e historicistas del Romanticismo, plasmará la imagen de una sociedad industrial en proceso de cambio, patente en la alteración de sus formas urbanas; transformaciones que, sin duda, ponen en peligro un patrimonio monumental que empieza a ser valorado desde ópticas situadas más allá del pintoresquismo. Por tanto, pronto surgirán industrias empeñadas en revolucionar el sistema editorial incorporando técnicas de reproducción hasta entonces desconocidas como el fotograbado, la heliotipia o la fototipia, saturando el mercado con láminas, algunas coloreadas a mano, porfolios de vistas de ciudades, o con la popular tarjeta postal. Ejemplo de aquellos primeros momentos fueron la Sociedad Fotozincográfica de Madrid (1861) o la Sociedad Heliográfica Española de Barcelona (1879), aunque en España, la emisión de tarjetas postales por particulares estuvo prohibida hasta 1886.

 

En Guadalajara, habrá que esperar hasta 1908 para que el semanario Flores y Abejas edite su primera colección de 16 postales, contando para ello con la imprenta Hauser y Menet. A esta tirada siguieron otras, impresas en los talleres de la barcelonesa Roisin y la alcarreña Antero Concha, que más tarde lanzaría sus propias ediciones. A este éxito editorial hay que sumar otras iniciativas, como la colección Recuerdo de Guadalajara. 20 notables vistas de la capital, lanzada por Saturio Ramírez, propietario de la imprenta Gutenberg; o las foráneas Porfolio Fotográfico de España, de A. Martín, y Joyas de España, de Almirall, cuyos respectivos números 16 y 43 estaban dedicados a imágenes de Guadalajara y sus monumentos, especialmente el Palacio del Infantado. No en vano, en 1917, en la prensa se anunciaban varios establecimientos de la capital como despachos de tarjetas postales: Antero Concha, Tomás Camarillo, Enriqueta Martín, Purificación Navarro, Ligorio Ruiz y María Sorrosal.

 

Este fenómeno editorial tampoco fue ajeno a las principales localidades de la provincia; en Sigüenza, se lanzaron colecciones editadas por Roisin, con especial atención a la catedral, Hauser Menet, y Rodrigo; en Molina, por los empresarios locales Iturbe y Mielgo; en Jadraque, Roig; o el agradable porfolio Recuerdo de Brihuega, impreso por Cabañas con 15 vistas de Goñi, Trelles, M. Ximénez y F. Brihuega.

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