En 1883 se instala en Guadalajara Florencio Navarro quien, años antes, se había iniciado como fotógrafo en Alcalá de Henares. Aquí lo hace en el número 44 de la calle Mayor, donde ya había existido otro regentado, entre 1864 y 1870, por Francisco Eyré y Vicente Vázquez, vecinos de Guadalajara.
El gabinete de Navarro sólo funcionará esporádicamente, dado que aún mantendrá abierto el de Alcalá; hasta que, en 1894, su yerno Enrique Cambero se instale definitivamente en Guadalajara, pudiendo atender diariamente a la demanda de los vecinos de la ciudad y alrededores.
Los Hijos de Navarro tendrán los retratos como especialidad de la firma, ofertando delicadas imágenes en las que intervendría Felisa Navarro, pintora, responsable del último retoque.