Absoluto impulsor de la AFG, de la que fue su primer secretario, y su segundo presidente (1958-1960), Antonio López-Palacios Cienfuegos (1925-1997) fue uno de los más virtuosos fotógrafos de aquel grupo de aficionados. Excepcional retratista, y sensacional fotógrafo de la naturaleza, compró su primera cámara a finales de los 40, con 600 pesetas que le prestó su entonces novia, y luego mujer, Pepita Villaverde. «Era un fanático de las exposiciones y concursos… no paraba de hacer fotos ni un momento», relata su viuda, quien guarda anécdotas jugosas, como la de aquella noche que pasó en vela, junto a una ventana, con el firme propósito de fotografiar un rayo de tormenta en toda su plenitud. Algunas de sus fotos han dado la vuelta a España. López-Palacios acabó convirtiendo su afición en una situación semi-profesional, ya que, sin dejar su puesto de oficinista, realizó encargos para estudios (trabajó para las casas Camarillo y Luxonia), prensa e instituciones. Incluso fue el primer corresponsal de TVE en Guadalajara, ya que a la afición fotográfica pronto sumó la pasión por la cinematografía. «Estuvo haciendo fotos toda su vida, cambiando constantemente de máquina. Usaba una unos años, la revendía, y buscaba otra mejor… hasta que al final consiguió cumplir el su gran sueño, comprarse la ‘Hassenblad’, que decían que era la mejor del mundo».
La casa de López-Palacios, además, pronto se convirtió en un laboratorio particular, donde revelaban y positivaban, no sólo él, sino muchos de sus amigos de la Agrupación Fotográfica de Guadalajara.